días
y plenilunios que sujetan tu cabellera de hebras de sol.
En el océano crece un árbol que te ilumina como un bello faro.
Bajo las olas nace una avenida llamada Lautréamont,
que se cruza con la calle Supervielle haciendo esquina
en el pensamiento.
Allí donde las aguas se hacen turbulentas de equinoccios fatales,
y extrañas criaturas demoran las corrientes en un cementerio
de anclas solemnes...
Hay corrientes que son conductos que van hacia las estrellas.
Hay corrientes que trasladan las almas de un lado a otro,
como de país en país.
Pero también hay corrientes débiles que demoran los cuerpos
y hay corrientes salvajes que depositan todo el odio del mundo.
Corrientes desesperadas como tormentas tropicales,
desprendidas de aquel árbol;
corrientes de cristalerías azules que hacen sonar campanas
secretas.
Y hay museos vacíos que desnudan cualquier pensamiento
como una estatua.
Estos también son predios de Maldoror,
donde extrañas criaturas sepultan cualquier vestigio
de esperanza.
Tú, eras piedra pómez, alga sin disecar, planta sumergida
donde reposan monstruos marinos.
¡Allí va mi buque fantasma!...
Y aquellas islas brillan con dignidad en la picaza ostrera.
Yo he sufrido torres de hierro oxidado para encontrarte
en todas las islas del planeta.
Tú eres toda espuma en la sal, recostada a un extremo
del pensamiento,
especie de lámina selenita que hace espejo en la profundidad.
Con espinas de tiburón hiciste un peine para peinar mediodías
y plenilunios.
Entre erizos luminosos y apiladas barras de oro, como esquifes
a sotavento,estuarios escondidos, golfos sagrados...
En el fondo del mar hay un árbol que ilumina tu cuerpo como
un bello faro.
De un tiempo a esta parte, he aprendido a hacer nudos de
marinero para estar en ti.
Cada vez que te pronuncio, obedezco más a la fatalidad
para desprenderme de tu ausencia...
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