sábado, 6 de febrero de 2010


PESCADOR DE DONCELLAS CON COLA DE PESCADO


Con espinas de tiburón hiciste un peine para peinar los viejos
        días
y plenilunios que sujetan tu cabellera de hebras de sol.
En el océano crece un árbol que te ilumina como un bello faro.
Bajo las olas nace una avenida llamada Lautréamont,
que se cruza con la calle Supervielle haciendo esquina
       en el pensamiento.

Allí donde las aguas se hacen turbulentas de equinoccios fatales,
y extrañas criaturas demoran las corrientes en un cementerio
       de anclas solemnes...


Hay corrientes que son conductos que van hacia las estrellas.
Hay corrientes que trasladan las almas de un lado a otro,
        como de país en país.
Pero también hay corrientes débiles que demoran los cuerpos
y hay corrientes salvajes que depositan todo el odio del mundo.
Corrientes desesperadas como tormentas tropicales,
        desprendidas de aquel árbol;
corrientes de cristalerías azules que hacen sonar campanas
        secretas.

Y hay museos vacíos que desnudan cualquier pensamiento
        como una estatua.
Estos también son predios de Maldoror,
donde extrañas criaturas sepultan cualquier vestigio
        de esperanza.


Tú, eras piedra pómez, alga sin disecar, planta sumergida
donde reposan monstruos marinos.


¡Allí va mi buque fantasma!...


Y aquellas islas brillan con dignidad en la picaza ostrera.


Yo he sufrido torres de hierro oxidado para encontrarte
         en todas las islas del planeta.


Tú eres toda espuma en la sal, recostada a un extremo
         del pensamiento,
especie de lámina selenita que hace espejo en la profundidad.


Con espinas de tiburón hiciste un peine para peinar mediodías
         y plenilunios.
Entre erizos luminosos y apiladas barras de oro, como esquifes
         a sotavento,estuarios escondidos, golfos sagrados...


En el fondo del mar hay un árbol que ilumina tu cuerpo como
         un bello faro.

De un tiempo a esta parte, he aprendido a hacer nudos de
         marinero para estar en ti.

Cada vez que te pronuncio, obedezco más a la fatalidad
        para desprenderme de tu ausencia... 

viernes, 5 de febrero de 2010


Entonces releyó el lirórofo tales documentos y encontró cierto encanto en las palabras de iniciación en don Alvar Núñez Cabeza de Vaca, que provenían de los inicios y memoria en estas tierras del sur. De ahí que meditara esas fuentes y quedara fascinado por su escritura de cronista y protagonista de tanto paisaje recorrido, y estuvo en larga ensoñación en la melopea que dejaba el texto:




DE CÓMO EL GOBERNADOR ENVIÓ A SOCORRER LA GENTE QUE VENÍA EN SU NAO CAPITANA A BUENOS AIRES, Y A QUE TORNASEN A POBLAR AQUEL PUERTO



C on toda diligencia el gobernador mandó aderezar dos bergantines, y cargados de bastimentos y cosas necesarias, con cierta gente de la que halló en la ciudad de la Asunción, que habían sido pobladores del puerto de Buenos Aires, porque tenían experiencia del río del Paraná, los envió a socorrer a los ciento cuarenta españoles que envió en la nao capitana donde la isla de Santa Catalina, por el gran peligro en que estarían por haberse despoblado el puerto de Buenos Aires, y para que se tornase luego a poblar nuevamente el pueblo en la parte más suficiente y aparejada que les pareciese a las personas a quien lo acometió y encargó, porque era cosa muy conveniente y necesaria hacerse la población y puerto, sin el cual toda la gente española que residía en la provincia y conquista, y la que adelante viniese, estaba en gran peligro y se perderían, porque las que a la provincia fuesen de rota batida, han de ir a tomar puerto en el dicho río, y allí hacer bergantines para subir trescientas cincuenta leguas el río arriba, que hay hasta la ciudad de la Asunción, de navegación muy trabajosa y peligrosa; los cuales dos bergantines partieron a 16 días del mes de abril del dicho año, y luego mandó hacer de nuevo otros dos, que fornecidos y cargados de bastimentos y gente, partieron a hacer el dicho socorro y a efectuar la fundación del puerto de Buenos Aires, y a los capitanes que el gobernador envió con los bergantines, les mandó y encargó que a los indios que habitaban en el río Paraná, por donde habían de navegar, les hiciesen buenos tratamientos, y los trajesen de paz a la obediencia de Su Majestad, trayendo de lo que en ello hiciesen la razón y relación cierta, para avisar de todo a Su Majestad; y proveído que hubo lo susodicho, comenzó a entender en las cosas que convenían al servicio de Dios y de Su Majestad, y a la pacificación y sosiego de los naturales de la dicha provincia. Y para mejor servir a Dios y a Su Majestad, el gobernador mandó llamar e hizo juntar los religiosos y clérigos que en la provincia residían, y los que consigo había llevado, y delante de los oficiales de Su Majestad, capitanes y gente que para tal efecto mandó llamar y juntar, les rogó buenas y amorosas palabras tuviesen especial cuidado en la doctrina y enseñamiento de los indios naturales, vasallos de Su Majestad, y les mandó leer, y fueron leídos, ciertos capítulos de una carta acordada de Su Majestad, que habla sobre el tratamiento de los indios, y que los dichos frailes, clérigos y religiosos tuviesen especial cuidado en mirar que no fuesen maltratados, y que le avisasen de lo que en contrario se hiciese, para lo proveer y remediar, y que rodas las cosas que fuesen necesarias para tan santa obra, el gobernador se las daría y proveería, y asimismo para administrar los santos sacramentos en las iglesias y monasterios les proveería; y así, fueron proveídos de vino y harina, y les repartió los ornamentos que llevó, con que se servían las iglesias y el culto divino, y para ello les dio una bota de vino.


(ALVAR NÚÑEZ CABEZA DE VACA
(De Cronistas del Nuevo Mundo, 1996)

jueves, 4 de febrero de 2010

...Y el liróforo buscó en las viejas fortalezas y halló vestigios de artillería para defenderse de los piratas y otras amenazas provenientes del mar...



El liróforo buscó y revisó folios dormidos y cartografía de densa historia en anaqueles perdidos, buscando un rastro, apenas un rastro de esas criaturas del mar. El liróforo estuvo por mares ignotos y ríos profundos del Caribe y se perdió, como muchos, en un territorio poblado de fantasmas.Y llegó a una conclusión: la sirena es una realidad y lo demás es pura fantasía. De esta manera, extrajo un viejo texto que guardó en bitácora:

LA SIRENA

Va la sirena muerta por el río
Con una flecha al corazón clavada,
Y desde la ribera desolada
Mis lágrimas la siguen por el río.

Mía no fue, pero fue un sueño mío.
¿Quién la devuelve al mar asesinada?
¿Por qué pasa ante mí, muerta y dorada?
¿Dónde perdió su corazón y el mío?

¿En qué arrecife de coral distante
Irá a encallar su frágil hermosura?
Con ella encallará mi sueño amante.

Y el dardo mortal la pluma oscura
Indicará en la tarde el navegante
Que allí tiene la mar más amargura.

Conrado Nalé Roxlo,
De otro cielo, 1952





miércoles, 3 de febrero de 2010

Grandes sorpresas tuvo el liróforo al buscar estas piezas de artillería, cuya rusticidad era evidente. Y se preguntó por su precisión en combate y la posibilidad de acertar en el blanco. Estas torretas que dan al mar, dejan una sensación de soledad indescriptible, pensó... Y volvió su pensamiento al mar y a sus criaturas...


lunes, 1 de febrero de 2010

De ahí que el liróforo se dedicó a extraer de viejos libros los dedicados a lo que antiguamente se llamó Puerto de Nuestra Señora del Buen Ayre, y quedó sorprendido de lo que allí se contaba. Un libro de andanzas de un viajero peruano en las tierras del Plata en el siglo XVIII. Se dice que el libro (una rareza en su estilo), fue editado en 1773 en Gijón, España.

BUENOS AIRES




Esta ciudad está situada al oeste del gran Río de la Plata, y me parece se puede contar por la cuarta del gran gobierno del Perú, dando el primer lugar a Lima, el segundo al Cuzco, el tercero a Santiago de Chile y a ésta el cuarto. Las dos primeras exceden en adornos de iglesias y edificios a las otras dos. La de mi asunto se adelantó muchísimo en extensión y edificios desde el año 1749, que estuve en ella. Entonces no sabían el nombre de quintas, ni conocían más fruta que los duraznos. Hoy no hay hombre de medianas conveniencias que no tenga su quinta con variedad de frutas, verduras y flores, que promovieron algunos hortelanos europeos, con el principal fin de criar bosques de duraznos, que sirven para leña, de que carecía en extremo la ciudad, sirviéndose por lo común de cardos, de que abunda la campaña, con notable fastidio de los cocineros, que toleraban su mucho humo; pero ya al presente se conduce a la ciudad mucha leña en rajas, que traen las lanchas de la parte occidental del Paraná, y muchas carretas que entran de los montezuelos de las Conchas. Hay pocas casa altas, pero unas y otras bastante desahogadas y muchas bien edificadas, con buenos muebles, que hacen traer de la rica madera del Janeiro por la Colonia del Sacramento. Algunos tienen grandes y coposas parras en sus patios y traspatios, que aseguran los habitantes, así europeos como criollos, que producen muchas y buenas uvas. Este adorno es únicamente propio de las casas de campaña, y aún de ésta se desterró de los colonos pulidos, por la multitud de animalitos perjudiciales que se crían en ellas y se comunican a las casas. En las ciudades y poblaciones grandes, además de aquel perjuicio superior al fruto que dan, se puede fácilmente experimentar otro de peores consecuencias, porque, las parras bien cultivadas, crían, un tronco grueso, tortuoso y con muchos nudos, que facilitan el ascenso a los techos con buen descenso a los patios de la propia casa, de que se pueden aprovechar fácilmente los criados para sus insultos. Su extensión es de veintidós cuadras comunes, tanto de norte a sur como de este a oeste. Hombres y mujeres se visten como los españoles europeos, y lo propio sucede desde Montevideo a la ciudad de Jujuy, con más o menos pulidez. Las mujeres en esta ciudad y en mi concepto, son las más pulidas de todas las americanas españolas, y comparables a las sevillanas, pues aunque no tienen tanto chiste, pronuncian el castellano con más pureza. He visto sarao en que asistieron ochenta, vestidas y peinadas a la moda, diestras en la danza francesa y española, y sin embargo de que su vestido no es comparable en lo costoso al de Lima y demás del Perú, es muy agradable por su compostura y aliño. Toda la gente común y la mayor parte de las señoras principales no dan utilidad alguna a los sastres, porque ellas cortan, cosen y aderezan sus batas y andrieles con perfección, porque son ingeniosas y delicadas costureras, y sin perjuicio de otras muchas que oí ponderar en Buenos Aires, de gran habilidad, observé por muchos días el gran arte, discreción y talento de la hermosa y fecunda española dona Gracia Ana, por haberla visto imitar las mejores costuras y bordados que se le presentaban de España y Francia.

Las de medianos posibles, y aun las pobres, que no quiero llamarlas de segunda y tercera clase, porque no se enojen, no solamente se hacen y pulen sus vestidos, sino los de sus maridos, hijos y hermanos, principalmente si son de Tornay, como ellas se explican, con otras granjerías de lavar y almidonar, por medio de algunos de sus esclavos. Los hombres son circunspectos y de buenos ingenios.


Esta ciudad está bien situada y delineada a la moderna, dividida en cuadras iguales y sus calles de igual y regular ancho, pero se hace intransitable a pie en tiempo de aguas, porque las grandes carretas que conducen los bastimentos y otros materiales, hacen unas excavaciones en medio de ellas en que se atascan hasta los caballos e impiden el tránsito hasta a los de a pie, principalmente el de una cuadra a otra, obligando a retroceder a la gente, y muchas veces a quedarse sin misa cuando se ven precisados a atravesar la calle...

La plaza es imperfecta y sólo la acera del cabildo tiene portales. En ella está la cárcel y oficios de escribanos y el alguacil mayor vive en los altos. Este cabildo tiene el privilegio de que cuando va al fuerte a sacar al gobernador para las fiestas de tabla, se le hacen los honores de teniente general, dentro del fuerte, adonde está la guardia del gobernador. Todo el fuerte está rodeado de un pozo bien profundo y se entra en él por puentes levadizos. La casa es fuerte y grande, y en su patio principal están las cajas reales. Por la parte del río tienen sus paredes una elevación grande, para igualar el piso con el barranco que defiende al río. La catedral es actualmente una capilla bien estrecha. Se está haciendo un templo muy grande y fuerte, y aunque se consiga su conclusión, no creo verán los nacidos el adorno correspondiente, porque el obispado es pobre y las canonjías no pasan de un mil pesos, como el mayor de los curatos. Las demás iglesias y monasterios tienen una decencia muy común y ordinaria. Hay muy buenos caudales de comerciantes, y aun en las calles más remotas se ven tiendas de ropas, que creo que habrá cuatro veces más que en Lima, pero todas ellas no importan tanto como cuatro de las mayores de esta ciudad, porque los comerciantes gruesos tienen sus almacenes, con que proveen a todo el Tucumán y algo más...

La carne está en tanta abundancia que se lleva en cuartos a carretadas a la plaza, y si por accidente se resbala, como he visto yo, un cuarto entero, no se baja el carretero a recogerle, aunque se le advierta, y aunque por casualidad pase un mendigo, no le lleva a su casa porque no le cueste el trabajo de cargarlo. A la oración se da muchas veces carne de balde, como en los mataderos, porque todos los días se matan muchas reses más de las que necesita el pueblo, sólo por el interés del cuero.

Todos los perros, que son muchísimos, sin distinción de amos, están tan gordos, que apenas se pueden mover, y los ratones salen de noche por las calles a tomar el fresco en competentes destacamentos, porque en la casa más pobre les sobra la carne, y también se mantienen de huevos y pollos, que entran con mucha abundancia de los vecinos pagos. Las gallinas y capones, se venden, en junto, a dos reales, los pavos muy grandes a cuatro, las perdices a seis y ocho por un real y el mejor cordero se da por dos reales...

Se hace la pesca en carretas, que tiran los bueyes hasta que les da el agua a los pechos, y así se mantienen aquellos pacíficos animales dos y tres horas, hasta que el carretero se cansa de pescar y vuelve a la plaza, en donde le vende desde su carreta al precio que puede, que siempre es ínfimo.

No creo que pasen de diez y seis los coches que hay en la ciudad. En otro tiempo, y cuando había menos, traían las mulas del campo y las metían en sus casas a la estaca, sin darles de comer, hasta que, de rendidas, no podían trabajar, y mandaban traer otras. Hoy día se han dedicado a sembrar alcacer, que traen a la ciudad con algunas cargas de heno para las caballerías, que se mantienen muy mal, a excepción de las de algunos pocos sujetos, que hacen acopio de alguna paja y cebada de las próximas campañas.

Concolorcorvo
(De El Lazarillo de ciegos caminantes desde Buenos Aires hasta Lima., Lima, 1776)